Rolas dos espadas by Salvatore R. A

Rolas dos espadas by Salvatore R. A

autor:Salvatore R. A. [A., Salvatore R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: SF
publicado: 2009-12-12T21:25:08+00:00


* * *

Regis encontró a Catti-brie sentada en la cama con un gran plato rebosante de comida colocado delante. La sonrisa que le dirigió al verlo entrar fue una de las imágenes más dulces que el halfling había visto nunca, porque rebosaba entusiasmo y aceptación. Era una sonrisa que prometía días mejores y otra lucha, algo que Regis había temido que nunca volvería a estar al alcance de Catti-brie.–Veo que Stumpet y Cordio han trabajado de firme -comentó mientras entraba en la estancia y acercaba una silla pequeña para sentarse junto al lecho de la humana.

–Y Moradin ha tenido a bien escuchar sus plegarias para curar a alguien como yo. ¿No será que…? – Hizo una pausa y cuando volvió a hablar su acento había cambiado-. ¿No será que tengo más de la raza enana en mí de lo que cualquiera de nosotros imagina?

Al halfling le pareció un tanto irónica la pregunta de la joven considerando que ella misma había corregido el acento enano que le había salido al empezar a hablar,

-¿Cuándo crees que saldrás de la habitación?

–Dejaré la cama en menos de una semana -contestó Catti-brie-. Y estaré luchando en un par de semanas o antes si descubro que se me necesita, no lo dudes.

–¿Esa estimación es de Cordio o tuya? – inquirió Regis, que la miraba con escepticismo.

Catti-brie desestimó la pregunta con un ademán y continuó comiendo, por lo que Regis dedujo que los clérigos habían calculado un período de restablecimiento de un mes como poco.

Al acabar una pieza de fruta, la joven se inclinó hacia el otro lado de la cama, donde había un cubo para la basura. El movimiento hizo que la manta se alzara por el costado donde Regis estaba sentado, lo que permitió al halfling ver claramente la cadera y la parte alta de la pierna rota.

Se giró antes de que el halfling pudiera disimular su expresión apenada.

–La roca te atizó bien -dijo Regis, consciente de que no podía arreglarlo.

Catti-brie remetió de nuevo la manta debajo del costado.

–Tengo suerte de que rebotara antes en la cornisa -admitió.

–¿Cuan graves fueron los daños?

El semblante de Catti-brie se tornó inexpresivo. Regis le sostuvo la mirada con igual fijeza.

–¿Te han dicho lo que tardarás en restablecerte? – siguió insistiendo-. La piedra te aplastó la cadera y desgarró los músculos. ¿Volverás a caminar?

–Sí.

–¿Y correrás?

Se produjo un silencio y el rostro de la mujer se puso tenso.

–Sí -contestó luego.

Regis sabía que en la respuesta había más determinación que expectativas. Lo dejó estar así y puso todo su empeño en rechazar la oleada de lástima que pugnaba por desbordarlo. Sabía muy bien que Catti-brie no aguantaría nada por el estilo.

–Han llegado noticias del sur -dijo-. Dama Alustriel se ha unido a la lucha, aunque brevemente.

–Pero Dagna ha caído -replicó Catti-brie, que sorprendió a Regis-. La nueva de algo así se extiende con rapidez por la comunidad enana -le explicó.

El halfling se quedó callado para que ambos elevaran una silenciosa plegaria por el alma del enano caído.

–¿Crees que las cosas volverán a ser iguales? – preguntó después.



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